jueves, 10 de octubre de 2013

LOS DOS "CABALLITOS" DE LA CIUDAD DE MÉXICO

Estatua ecuestre de Carlos IV


El Caballito
 
 

La capital de México tiene dos caballitos, dos estatuas a las que popularmente se conocen así. El primer caballito, por orden de antigüedad, es la estatua ecuestre de Carlos IV de España. Es obra de Manuel Tolsá en bronce y pesa 26 toneladas. Se inauguró en 1803. Este caballito ha sido muy viajero. Primero fue instalado en el Zócalo, más tarde en el patio de la Antigua Universidad, de allí paso al paseo de la Reforma y su actual ubicación es frente al Museo de la Minería y en la plaza que lleva el nombre del escultor, en pleno Centro Histórico.

 El segundo caballito es mucho más moderno, de 1992. Está en el paseo de la Reforma y Bucarelli, es obra de Sebastián (su verdadero nombre de Enrique Carbajal). Está construido con placas de acero y revestido de esmalte acrílico. Tiene 28 metros de altura y pesa 80 toneladas.
El primero, el que representa a Carlos IV y que según Von Humbdolt, presente en la inauguración de la obra, es de las mejores estatuas ecuestres que conocía, ha sido objeto de restauración en los últimos meses. Una restauración desastrosa que ha acabado con su capa superficial y que le ha causado daños graves, aunque al parecer no irreparables. Toda una chapuza y que como muchas otras obras realizadas últimamente en México, ha sido adjudicada oscuramente.

 

LO SAGRADO, LO PROFANO Y EL ABORTO

 

La irrupción y la interrupción durante un par de minutos de tres mujeres pertenecientes al movimiento FEMEN con los pechos desnudos y la leyenda escrita sobre sus cuerpos de “El aborto es sagrado” en las Cortes españolas ha sido motivo de amplios comentarios, tanto en los medios de comunicación tradicionales como en las redes sociales. A ciertos sectores -los más religiosos o conservadores- les ha parecido mal dos cosas, sobremanera. Lo pechos desnudos de las tres chicas manifestantes y la leyenda escrita sobre sus cuerpos.
De lo primero, los senos al aire libre, incluso las denigran por utilizar sus cuerpos al mismo tiempo que contradictoriamente critican la manipulación del cuerpo femenino por la publicidad. Pero las mismas manifestantes y los miembros de Femen han aclarado más de una vez que si lo hacen es para llamar la atención ya que han constatado que cuando se manifiestan vestidas poco o ningún caso les hacen. Desde luego, la repercusión que ha tenido su acto así lo demuestra y les da la razón.
En cuanto al lema “El aborto es sagrado” ha sido punto de escándalo ya que precisamente es la religión (y los gobiernos que confunden la moral pública con la privada y no son laicos) quien prohíbe el aborto en nombre de lo sagrado. La frase más bien hay que entenderla a la luz de lo sagrado como expresión equivalente a lo intocable ( no quieren que contra reformen la actual ley del aborto) y en el contexto de la obra de Mircea Eliade “Lo sagrado y lo profano”.
La pretensión del gobierno conservador del PP de modificar la actual ley del aborto española de plazos y no de causas -lo que equivale a no reconocer el aborto como potestad de la mujer- solo es jaleada por los sectores más radicalmente religiosos de la sociedad. La mayoría está conforme con la ley actual aunque pueda discrepar en algunos matices . La mayoría de las sociedades occidentales establece la ley de plazos y sigue las recomendaciones de los científicos que aducen que el feto antes de los veinte meses no tiene actividad mental o neurológica.

 

viernes, 4 de octubre de 2013

LA GLOBALIZACIÓN DE LA INDIFERENCIA

 
La tragedia de las muertes en el naufragio de inmigrantes africanos en la costa de la isla de Lampedusa -una vergüenza para Italia y para toda Europa, agravada por la repetición de los hechos a lo largo de los últimos años- ha motivado que el papa Francisco haya afirmado que esa desgracia, como otras, motiva y nos hace partícipes de “la globalización de la indeferencia”. Tiene toda la razón. Pero esa globalización de la indeferencia hace años ya que está instalada entre nosotros, entre la mayoría de la sociedad.

Y no es solamente ante las desgracias de los habitantes de los países más pobres del mundo. Las muertes por hambruna en zonas de África es algo que por repetido apenas conmueven a nadie. Las imágenes que la televisión nos ofrece con regularidad sobre cadáveres llenos de moscas en aldeas africanas, de niños con el vientre hinchado y sin nada que comer ( o que beber) las vemos -muchas veces en los telediarios coincidentes con las horas en que estamos comiendo- con naturalidad y con indiferencia. Son habituales y algo que pasa más allá de nuestro espacio. De repetidas nos son indiferentes.

Esa globalización de la indiferencia abarca muchos otros aspectos. Las sociedades están anestesiadas por todas las desgracias que nos rodea a diario. Desde catástrofes naturales hasta las cifras de parados o los recortes que el Gobierno hace -generalmente sobre los más débiles y en los temas fundamentales-en nombre de no sé sabe qué quieren salvar del país. Y así, con indiferencia vemos cómo los ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres. Cómo se ensancha la brecha. Cómo se diluye el Estado de Bienestar y cómo la democracia está siendo sustituida por un oscuro mandato de los poderes financieros.