La Estela de Luz, erigida con motivo de la conmemoración de Bicentenario de la Independencia de México (2010), se ha confirmado como uno de los mayores fiascos gubernamentales de la historia mexicana. Construido en la época de la presidencia de Felipe Calderón, que se refirió a él como de gran importancia simbólica y belleza arquitectónica, ha resultado un fiasco artístico -según numerosos críticos que señalan su poca originalidad, su escasa belleza y su situación entre horizontes de rascacielos- pero sobre todo un fiasco económico. La investigación emprendida para aclarar las múltiples irregularidades -y que ahora ha concluido- afirma que todo el proceso estuvo envuelto en sucesivos actos de corrupción. La Auditoría Superior de la Federación (ASF) ha revelado diversos causas fraudulentas, como que se duplicó el precio del acero utilizado en las columnas, que se utilizó un tipo de cuarzo distinto al previsto, que la ceremonia de colocación de la primera piedra tuvo un costo de 1,8 millones de pesos y que la presentación de la convocatoria del concurso -ganado por el arquitecto César Pérez Becerril, a pesar de que su diseño no correspondía al tema de “Arco” que se pedía- se elevó a 15 millones. Pero lo más destacable en esa ceremonia de errores, equívocos y fraudes, es que el presupuesto inicial de 500 millones de pesos se disparó hasta la cantidad de 1.575, y que la inauguración del mismo tuvo lugar el 7 de enero de 2012, con 15 meses de retraso.
Y todo ello parece que no traerá consecuencias mayores. Con lo que se dará la razón a todos aquellos que consideran que el principal problema de México es la impunidad existente ante la infracción de las leyes.