RAZONES PARA CELEBRAR LOS 500 AÑOS ENTRE AMÉRICA Y EUROPA
España y América, el descubrimiento, encuentro, conquista o colonización,
vuelve a estar de moda y de polémica ahora que se cumplen 500 años de la vuelta
al mundo efectuada por Magallanes y Juan Sebastián Elcano y de la llegada de
Hernán Cortés a México. Y surgen los agravios, las batallas y las matanzas
salpimentadas por la leyenda negra y el juzgar unos hechos ocurridos cinco siglos
atrás con criterios actuales. Que hubo matanzas, esclavitud, guerras cruentas
(¿cuáles no lo son?) nadie lo discute. Pero es un proceso en el que se vieron
involucradas todas las potencias e imperios que han existido, desde los griegos
y su expansión por África y Asia al Imperio Romano, pasando por el Imperio
español (donde no se ponía el sol), el francés, el holandés, el Británico mudado más tarde en
USA (y sus matanzas de nativos indios). El pedir perdón por lo sucedido, como
ahora reclama el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (aunque con
menos ímpetu que lo han hecho otros mandatarios americanos), puede ser más o
menos oportuno, pero no deja de ser una anécdota.
Para conmemorar estos 500 años parece tan oportuno –o más- hacer memoria en
otros aspectos más positivos. Con la llegada de españoles y europeos a América
se comenzó a poner las bases de la globalización. Y se visualizó que el mundo
era verdaderamente redondo. Hasta entonces era el mar Mediterráneo el eje de la
civilización y a partir del siglo XV el eje se cambió al Atlántico que cobró protagonismo
absoluto. Hoy, México no sería lo que es, como ha dicho el premio nobel Octavio
Paz, sin Hernán Cortés. Negarlo es absurdo. Como también hay que reconocer las
aportaciones mutuas que han cambiado, y para bien, el mundo.
Para poner un ejemplo cotidiano, habitual, podemos entrar en el mundo de la
gastronomía. Y en el de la fusión alimentaria, hoy tan en boga. Europa aportó
al nuevo mundo alimentos tan básicos como las gallinas y los huevos –hoy imprescindibles
en los desayunos mexicanos, por ejemplo- las vacas, los cerdos, las ovejas –con
lo que cambió la alimentación básica de los americanos-, así como el aceite de oliva,
las almendras, la vid y las uvas, y su derivado el vino, el arroz –imprescindible
como acompañamiento de casi todos los platos en América-la caña de azúcar, el
café… Y por su parte, América aportó a Europa alimentos básicos como la patata –que
tantas hambrunas frenó- el maíz, el tomate, los frijoles, los pimientos, el
cacao, el pavo o el tabaco. Los americanos, especialmente los mexicanos que son
los que conozco mejor, no podrían comer paella los domingos como es habitual.
Ni los asturianos celebrar con su reconocida fabada.
La vida, tal y como la vivimos ahora, sería imposible sin ese intercambio
entre el viejo y el nuevo mundo. Y eso es lo que primordialmente lo que debemos conmemorar
y celebrar.