Los muertos, ya se sabe, tienen mucha importancia en México. Ahora, ya muy cerca del Día de Los Muertos, ese acontecimiento que el sincretismo cristiano tejió con los mimbres de su religión más las creencias indígenas, y que se celebra como una fiesta para recordar a los muertos de cada familia, cenando y bebiendo en el cementerio ante sus tumbas, parece llegado el momento de reconocer que el día de los muertos son todos los días en estas tierras. La oleada de asesinatos (o ejecuciones, como gustan decir acá de una forma inexacta pues esas muertes no son de ninguna manera ajusticiar), desapariciones y muertes no cesan en todo el año. Y ese número elevado de muertes no es correspondido por los procesos judiciales, creando así un extenso clima de impunidad.
Ahora está de triste actualidad el llamado caso Iguala. La desaparición, hace casi un mes, de 43 estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa -una escuela de formación de maestros rurales-, en el estado de Guerrero. Después de varios días de dudas y discusiones sobre a quién correspondía las averiguaciones policiales y judiciales, se encontraron 26 tumbas con restos humanos que, una vez analizados los ADN, se comprobó que esos asesinados no eran los estudiantes. Parece ser que los alrededores de Iguala -a tres horas del D.F: en coche-, en donde desaparecieron, están llenos de tumbas. y cadáveres Tampoco aparecen el alcalde, su esposa, y el responsable de la seguridad, al parecer los autores intelectuales de esas desapariciones que llevaron a cabo miembros de las policías locales.
La indignación en Guerrero y en todo el país va en aumento. El pasado día 22, culminaron con manifestaciones en la ciudad de México -más de 50.000 personas- pero también en otras ciudades de la república, así como en Madrid, Barcelona, Chicago Nueva York, París… Mientras las autoridades se lo toman con calma -ese ahorita tan mexicano- o así parece ante la falta de resultados.
Pero desapariciones y asesinatos continúan en todos los estados, bien por narcos o por policías infiltrados. Hasta totalizar miles en los últimos años. Ayer mismo, otro estudiante muerto en Guanajuato. Lo cantaba José Alfredo Jiménez: no vale nada la vida, la vida no vale nada.
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