Viñera de El Roto en EL País |
Lo comentó hace unos días el ex presidente español Felipe González. Más o menos vino a decir que el acoso de los mercados le recordaba a las carreras de galgos que cuando iban a alcanzar a la liebre mecánica adelantaban a esta unos metros para que siguieran persiguiéndola. Lo que no aclaró quién era la mano que regulaba la carrera de la liebre mecánica. Pero a buen entendedor sobran las palabras, dice el refrán. ¿Quién es esa mano, digamos que negra, que aprieta a los estados intentando ahogar sus economías, que amenaza -y está consiguiendo- recortar y casi acabar con el estado del bienestar? Los economistas tendrán muchas y contradictorias explicaciones. Y tras sesudos comentarios y análisis exponen sus opiniones y sus vaticinios, pues en muchos casos los tales economistas parecen más augures que otra cosas y como tales adivinos yerran mucho.
Uno que no es economista, ni lo desea, prefiere acercarse al problema desde la literatura. Y recurrir para ello a la novela policiaca y a la serie negra. En ellas el culpable se puede averiguar a partir de dos premisas: cherchez la femme y la clásica pregunta de quién se beneficia. En este caso no buscamos a la mujer y dejamos de lado a la alemana Merkel, que parece que quiere ganar por otros medios la primera y segunda guerras perdidas en Europa, y a la inefable presidenta del FMI que acaba de advertir sobre el riesgo de que la gente viva más de lo esperado.
Y los beneficiarios de que se desplome la economía europea y se debilite el estado de bienestar con el consiguiente derrumbe de la sanidad, pensiones y la educación pública es eso que conocemos de manera enigmática como los mercados. Es decir: financieros, especuladores, gestores de hedge funds (fondos de inversión libre), fondos de pensiones y bancos de inversiones, entre otros de parecida calaña. Personas o entidades que lo único que procuran son beneficios sin atenerse a normas (lo hemos padecido con las hipotecas sub prime) o eludiéndolas. Para ello no les importa quienes se queden en el camino. Y además son jaleados por políticos liberales (no en el término acuñado por los españoles en aquellos tiempos de la Constitución de Cádiz), sino liberales manchesterianos, en el sentido económico del término. O para emplear un lenguaje más actual, vamos a llamarlos neocons, esos conservadores más extremados. Todos ellos aplaudidos, promovidos e impulsados por otros beneficiados por el derrumbe del estado de bienestar y por la finalización de pensiones, sanidad y educación pública: entidades de seguros privados, grandes firmas sanitarias y farmacéuticas , colegios y universidades privadas, grandes empresas que desean ser libres para despedir, fijar salarios y horarios… En juego miles de millones de euros que podrían llegar a sus manos y a sus negocios como ya lo hacen, en mayor o menos medida, en países como Estados Unidos (recuérdese la reciente lucha de republicanos contra Obama por la sanidad), Chile, México y tantos otros.
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