martes, 31 de enero de 2012

MONTE ALBÁN, IMPRESIONANTE ARQUEOLOGÍA







Fotos del autor

Monte Albán es posiblemente uno de los sitios arqueológicos mexicanos más impresionantes. Situado en lo alto de un pequeño cerro de cuatrocientos metros, la antigua capital zapoteca, domina un panorama espectacular. Por ello, Monte Albán, situado en el estado de Oaxaca, es digno de recorrer para ver sus palacios, templos, juegos de pelota y tumbas, así como su gran plaza central. Destacan unos bajorrelieves llamados de los Danzantes (seguramente líderes) esculpidos entre 500 y 100 años a.C, representados con los ojos cerrados y las bocas abiertas y algunos de ellos con los geitales cortados y sangrando.
Los arqueólogos creen que Monte Albán fue edificado en cinco etapas, comenzando en el 500 a.C. y llegando hasta el año 950 en que fue abandonado. Sus habitantes erán principalmente vegetarianos, aunque esporádicamente comían conejos, venados y perros. En la primera fase alcanzó los 10.000 habitamntes y se cree que sus clases dirigentes fueron las primeras en todo el país en utilizar la escritura y el calendario. La ciudad alcanzó su apogeo entre los años 300 y 700, en su tercera etapa, donde llegó a tener hasta 25.000 habitantes. Por los restos encontrados se cree que tenían conocimientos médicos avanzados y únicos para el lugar y la época, como los trepanamientos.

viernes, 27 de enero de 2012

BLASCO IBAÑEZ Y LA REVOLUCION MEXICANA

Vicente Blasco Ibañez

El presidente mexicano Álvaro Obregón

Pancho Villa

La Revolución Mexicana que tuvo lugar a partir de 1910 y que terminó en 1917 con la proclamación de la Constitución, aunque violencia y muerte siguieron varios años más, fue un gran motivo de atracción para muchos escritores, novelistas y periodistas que visitaron el país, como John Reed, D.H. Lawrence, John Dos Passos, Ambrose Bierce o Somerset Maugham. Entre ellos, figura el español Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928), celebrado autor en su tiempo con multitud de novelas, algunas de ellas llevadas con éxito al cine por Hollywood, como “Sangre y Arena” o “Los cuatro jinetes del Apocalipsis”. Gozó de una gran fama aunque en la actualidad esté prácticamente olvidado, como Palacio Valdés otro afamado novelista asturiano propuesto para el premio Nobel, hoy también desaparecido de las librerías.

En 1918, tras el gran éxito de sus novelas en Estados Unidos fue invitado a dar una serie de conferencias y es nombrado doctor Honoris Causa por la Universidad de Washington, donde anuncia su intención de escribir una serie de novelas sobre USA. Es invitado asimismo a México y comienza escribir “El águila y la serpiente”, aunque no la terminó. Pero tras visitar el país en plena Revolución y redactar una serie de crónicas periodistas escribe “El militarismo mejicano” donde refleja su deplorable impresión sobre el proceso político, lo que le valió una fuerte hostilidad de los mexicanos.

Eduardo Luis Feher, profesor de la facultad de Derecho de la UNAM escribe un artículo sobre migraciones de personajes literarios que pasaron por México y a propósito de Blasco Ibáñez dice: De paso escandaloso en México fue Vicente Blasco Ibáñez, quien fue recibido por Don Venustiano en el Palacio Nacional, donde le robaron su reloj en plena comida oficial ofrecida en su honor. Por ello, su odio infundado a nuestro país

Durante su estancia en México se entrevistó, entre otros mucho, con Álvaro Obregón (1880-1928). Un militar que apoyó a Madero y que en 1913 cuando éste fue asesinado se unió a Carranza que, posteriormente, le nombró Ministro de Guerra, aunque cuando quiso presentarse a las elecciones presidenciales no le apoyó y por eso Obregón se rebeló contra él. En 1920 ganó las lecciones a Presidente, un mandato de cuatro años.. Se volvió a presentar en 1928 y también las ganó aunque antes de su toma de posesión fue asesinado. La fama de Obregón como militar se debía, entre otras cosas, a que derrotó a Pancho Villa en la batalla de Celaya donde perdió un brazo, aunque a causa de una gangrena producida por una pequeña herida y no al surfir un cañonazo como dice la historia oficial. Ese brazo se conserva en un monumento levantado en la capital, en el parque de La Bombilla. Cuando el novelista valenciano lo entrevistó cuenta que Obregón le dijo que perdió el brazo a causa un de cañonazo y que había quedado confundido entre otros restos humanos de la batalla sin que sus soldados pudieran encontrarlo, hasta que el propio Obregón sacó un peso de plata y lo echó al aire y de inmediato su brazo salió del montón y agarro al vuelo el peso. Una muestra de que el dinero (y la corrupción) mueve a algunos políticos mexicanos.
Blasco Ibáñez. escribió: Si alguna predilección siento es por el pueblo mejicano, eterna victima de una comedia trágica que nunca acaba; pobre esclavo al que todos quieren redimir, y permanece lo mismo que hace siglos; sempiterno engañado al que se le dedican hermosas frases, pero nunca se le dice la verdad, porque la verdad es muchas veces cruel. Pero también critica a su nación y en 1924 escribió: Gracias a Alfonso XIII el generalato español es hoy un generalato al estilo de México. Sobre sus gorras con entorchados se ve el gigantesco sombrero a la mexicana de Pancho Villa. Pero hay que añadir en honor de los generales mexicanos que éstos, a lo menos, cuando se odian se hacen la guerra y se fusilan, tranquilamente. Los Obregones de España se tienen miedo unos a otros y únicamente te molestan con chismes, murmuraciones e ironías femeninas. Como la de Primo de Riveras al echar de España a su rival Cavalcanti, enviándolo a estudiar la organización de los ejércitos balcánicos
Bastantes años más tarde, el gran cómico mexicano Cantinflas rescató a Blasco Ibáñez con su película “Ni sangre ni arena”, una parodia de la obra del escritor español cuya versión cinematográfica había sido recientemente estrenada en Estados Unidos, protagonizada por Tyrone Power, Rita Hayworth y Linda Darrell.
 

sábado, 21 de enero de 2012

EL ASESINATO DE PANCHO VILLA



Mural con la figura de Pancho Villa en su casa de Chichuahua, convertida en museo/Foto del autor

Coche en que viajaba Pancho Villa cuando fue asesinado en una emboscada/Foto del autor
 
El General Huerta, llamado "El Chacal" por su ferocidad, al que ayudó a derrocar Villa



Pancho Villa, José Doroteo Arango era su verdadero nombre, bandido, revolucionario, general, héroe de la Revolución…, decisivo en la derrota del sanguinario general Huerta (que había asesinado al presidente Madero), es posiblemente la figura más recordada de México por encima de presidentes, generales, políticos o artistas. Fue un 20 de julio de 1923 cuando fue asesinado en Parral, en el estado de Chihuahua, en cuya capital se había establecido tras abandonar la lucha armada, en una emboscada llevada a cabo por varios militares que le dispararon cuando viajaba en coche. Posiblemente ordenó su muerte Álvaro Obregón, que temía que volviera a alzarse en armas, aunque también se dice que fue Plutarco Elías Calle, ambos generales y presidentes sucesivos de la república.

“El Centauro del Norte” como se le llamaba nunca quiso ocupar la presidencia, aunque oportunidades tuvo para intentarlo. Fue un luchador exitoso, con grandes triunfos militares, y hasta llevo a cabo la primera y única invasión que sufrió Estados Unidos en su territorio. Apenas duró unas horas y atravesó la frontera para tomar Columbus, en una mezcla de desprecio por el vecino yanqui, venganza contra el banco de esa localidad en el que tenía una cuenta pero que no atendía sus cheques, y represalia contra un traficante de armas que le había estafado.

Pero eso fue toda una afrenta para los Estados Unidos. El presidente de ese país, Thomas Woodrow Wilson, presionó al mexicano, Carranza, para que le autorizara a enviar una fuerza para capturar a Villa. Cinco mil soldados norteamericanos (entre ellos se encontraban dos tenientes que después se harían famosos: George Patton y Dwight Eisenhower), apoyados por algunos aviones, y bajo el mando del general Pershing, un experto en la lucha contra los indios apaches, recorrieron durante once meses el norte de México sin ni siquiera lograr avistar a Pancho Villa. Por lo visto, éste comentó que para evitarlos lo que había hecho era andar detrás de ellos.

miércoles, 18 de enero de 2012

LA TRISTE CLARIDAD LECHOSA DE ESTE AMANECER SIN FI N (Relato)



Me desperté sobresaltado. Había un silencio aplastante y una claridad lechosa que apenas se insinuaba en la oscuridad de la habitación. No habían dado aun las siete, hora en que sonaba el despertador para hacerme levantar y dirigirme como todos los días al trabajo. Con los ojos pantanosos por el sueño alargué mi mano derecha para coger el reloj y comprobar la hora. Era un movimiento reflejo que repetía todos los días: primero, tropezaba siempre con una de las esquinas de la mesita de noche, después arrastraba las yemas de los dedos por su superficie hasta que, finalmente, topaba con el reloj. Pero ahora mi mano no alcanzaba la esquina punzante de la mesa: no encontraba nada. Sólo aire, el vacío. Volví a estirarla, ahora un poco más... Nada. La subo, la bajo... por fin. Toco algo. Pero no es la superficie fría, lisa y un poco pegajosa a causa del enceramiento a que periódicamente la somete mi madre. Lo que toco es algo desigual, áspero, granuloso, casi blando. Como una capa de polvo y tierra. Mi mano debe estar aun dormida. Abro y cierro los dedos, con un poco de trabajo pues aun están como aletargados por el sueño. Intento desperezar mi mano. Repito estos movimientos unas cuentas veces. De nuevo intento coger el reloj. Nada..., nada. Pero poco después, sí, toco algo. Otra vez la misma sensación de algo desigual, áspero, granuloso, polvoriento. Es imposible, claro, aun estoy medio dormido, con ese sueño pesado a medias entre la ficción onírica y un despunte de vigilia. Decido incorporarme. Esforzarme por despertar de una vez por todas. Si no llegaré muy tarde al trabajo, a revisar uno por uno el inmenso y polvoriento montón de legajos y carpetas de bordes carcomidos y amarillentos donde eventualmente trabajo, en un archivo municipal casi en ruinas. Sí, me levantaré. Tengo que hacerlo y hacerlo ahora mismo... Me incorporó sobre el lecho, sobre las arrugadas sábanas y el edredón medio caído a un costado de la cama. Pero al auparme sobre las manos, me hago daño. No me apoyo sobre el colchón. Mi cuerpo al levantarse no hace cimbrear la cama, que suele chirriar un poco. En las palmas de las manos siento una superficie dura, desigual. Mis manos se lastiman con las pequeñas piedrecitas, tan punzantes. Se me escapa un leve quejido. ¿Qué hacen unas piedras aquí, por pequeñas que sean?.. .Esto es absurdo. Incorporado a medias miro a mí alrededor, forzando la vista en esta semioscuridad lechosa. No estoy en mi cama, en las que tantas noches duermo, sueño, hago planes, lloró o me alegro, sino sobre tierra, sobre un suelo de tierra. Cierro los ojos con fuerza. Los abro. Parpadeo una, dos, tres veces. Si puedo hacer esto es que estoy despierto, no cabe duda. Miró a mí alrededor, entre la lechosa claridad del amanecer que apenas vence a la oscuridad de la noche. Sigo estando sobre tierra. Una tierra dura, polvorienta, seca, llana, grisácea... No veo más que esa tierra rodeándome. Miro hacia arriba. No hay ningún techo sino un cielo color ceniza, del que mana una luz tenue, difusa y lechosa. No tengo cama, ni techo, ni paredes de color verde, como en su tiempo mi madre se había empeñado en pintarlas en contra de mi opinión, ni la butaca en donde suelo tirar desordenadamente mis ropas al desvestirme, ni aquel crucifijo a la cabecera de mi cama puesto allí no sé para qué, ya que nunca le hago caso. No estoy en mi habitación. No he dormido en mi cama. Estoy sobre tierra en un sitio que no conozco ni del que puedo imaginarme como llegué hasta él. Todo es tierra. Tierra, tierra... No hay nada más. Ni árboles, ni césped, ni plantas, ni casas, ni ruidos. Solo tierra y un suelo ceniza. Escucho con atención, concentrado, intentando oír algo, algún sonido, algún susurro... Tal vez alguna lejana conversación de personas madrugadoras. O el latir del motor de algún coche. O el tip-tap de los tacones de las señoras sobre la acera cuando pasan por mi calle para ir a la primera misa de la cercana iglesia de los frailes, casi al lado de mi casa. No oigo nada. Nada, excepto el silencio. Este sí, éste lo oigo muy bien. Me zumba en los oídos, me rodea por todas partes, casi aplasta.... Estoy despierto, despierto del todo, No cabe duda. Tengo que reconocer que esto es absurdo, antinatural. Pero es. Estoy despierto, acabo de levantarme no de mi cama sino de la tierra, en donde he dormido. Estoy en un sitio extraño, desconocido, solitario... Lo sé, soy consciente de ello y siento algo en mi garganta, una especie de temor agrio que me sube hasta la boca... Pero no debo asustarme. En la vida siempre ocurren cosas lógicas, naturales, normales, habituales, racionales... Todo lo demás es producto de fantasías, de sueños, de periódicos y libros, de mentes enfermas. Tengo que calmarme: como cuando era niño y quería ir a mi habitación a coger algo: habitábamos en una casa de dos pisos, en el bajo estaban todas las dependencias excepto los dormitorios. y para ir al mío tenía que subir unas escaleras y como el interruptor de la luz estaba alto para mi estatura y no lo alcanzaba aunque me pusiese de puntillas tenía que subir los peldaños a oscuras. Sentía entonces miedo a que hubiera alguien acechando en la oscuridad para estrangularme, escondido en los rincones más ocultos de la escalera. Entonces intentaba tranquilizarme diciéndome esas cosas de la normalidad y de la lógica, dictadas por mi inteligencia y mi razón aunque fuese un niño y no las comprendiese del todo, pero mi corazón palpitaba más fuerte de lo habitual. Ahora pasa algo parecido. Estoy recién despierto en un sitio extraño, hostil. Algo absurdo. Es imposible. No debo dejarme llevar por el miedo. Pero me acuerdo en este momento de Dante y de sus círculos, de los senderos por los que iba avanzando cuando tropezó con la loba... Me tengo que levantar, incorporarme del todo. Tal vez entonces esto se desvanezca y llegue a sitios conocidos. A sitios donde pueda coger el autobús, ir al trabajo, recuperar la normalidad. Y esto simplemente será, tiene que serlo, tan solo un sueño... Ya está: me levanto, me incorporo. Estoy ligero, me siento leve. Miro a mí alrededor, a todas partes. Vistazos rápidos. No veo nada. Vuelvo a mirar hacía los lados, atrás. No distingo nada, nada excepto la misma claridad/oscuridad lechosa y tierra, tierra, todo a mí alrededor, bañada de esa luz opalina que permite distinguir las cosas pero sin revelar sus detalles. Como esa luz que hay en la habitación en el mes de octubre cuando me despierto a las siete de la mañana y las cortinas están firmemente unidas... Estoy levantado y comienzo a caminar, a dirigirme hacia algún lado. No me cuesta trabajo mover las piernas que parecen mucho más largas de lo que en realidad las tengo. Camino fácilmente. Me alejo del sitio donde estaba echado. Camino con solemnidad, como en esas películas en que algunos trozos están rodados a cámara lenta, pero me doy cuenta de que mis pasos despaciosos son muy largos y avanzo mucho camino. Alrededor, debajo de mí y por encima, todo sigue igual: tierras gris, cielo ceniza, claridad lechosa. Estoy perdido en algún sitio maldito. No voy a poder salir. ¿Por qué estoy en él?... Ayer, ¿qué hice ayer?. Fue un día normal, como todos..., como todos excepto hoy. Me levanté de mi cama, me duché con el agua medio fría porque el calentador funciona mal, desayuné un vaso de cacao, y me fui a trabajar. Al acabar, regresé a casa, comí, volví a salir, arregle unos cuantos asuntos menores, regresé, cene, vi un rato la tele y, por fin, me acosté. Como todos los días. Casi podría decir que fue un buen día... Y hoy, esto. Es una situación para volverme loco. Estoy perdido en un sitio de pesadilla. Sin poder hacer nada... He andado mucho. Sigue todo igual. Tierra gris, polvorienta. Cielo ceniza. La luz continúa siendo lechosa y no me deja ver bien. No amanece, no sale el sol. Me voy a volver loco... ¿Habré muerto por la noche? Puede que éste sea el otro mundo. El cielo. El infierno... No puede ser. No puedo haber muerto así, de una manera tan tonta, sin enterarme. Además, si estoy en el cielo ¡es un asco de cielo!. Y para ser el infierno es muy distinto de como lo describen... Estoy pensando disparates. Tengo que calmarme, razonar. Continuaré andando, he de llegar a la fuerza a algún sitio. Esto tiene que terminar. Todo tiene que terminar, hasta la vida. Puede que sí, que esté muerto. ¿Qué pensarán en casa?...¡Pero si no puedo estar muerto!. Lo habría sabido a ciencia cierta. Morir tiene que implicar más que una duda... Debo de tener fiebre. Debe ser todo esto una horrible pesadilla... Estoy cansado. He caminado mucho, durante lo que me han parecido horas y horas. Kilómetros y kilómetros. Y no he adelantado nada. Sigo encerrado en este pequeño y horrible mundo gris. No saldré ya nunca de aquí. Me moriré, si es que ya no lo estoy, de hambre y de sed, de cansancio. Y de soledad. Estoy solo, más solo que nunca. Metido dentro de la soledad, de esta soledad gris... Estoy cansado... Tengo que reposar y pensar claramente. Tengo que buscar una solución... Descansaré un rato. Dormiré un poco. Entonces podré pensar mejor, mucho mejor. Solucionar esto. Tengo que dormir un poco para descansar, pensar y arreglar esta situación... Sí, voy a dormir un poco. Es necesario que me vuelva a dormir. Después puedo que todo esto cambie...

(Del libro "Tú serás mi último fracaso")

martes, 3 de enero de 2012

JELLY ROLL MORTON, EL INVENTOR DEL JAZZ

Jelly Roll Morton, autoproclamado inventor del jazz

Al principio despreciaba el piano al considerarlo instrumento para señoritas

Su formación musical comenzo de niño tocando en los prostibulos de Nueva Orleans

Con la formación que lanzó a la fama, los Red Hot Peppers




Hace ahora cien años un tal Ferdinan Joseph La Mothe, un criollo de Louisiana criado en Nueva Orleans, recorría casi todos los Estados Unidos cantando y tocando el piano bajo el nombre artístico de Jelly Roll Morton, autoproclamándose como el inventor del jazz. Había nacido en 1885 y se dedicó a la música desde niño. Ya en 1902 era un conocido pianista en Storyville, la zona de lupanares de la ciudad, aunque al principio consideraba que el piano era un instrumento solo para señoritas. Aunque había grabado sus primeros discos en 1922 no sería hasta unos años más tarde cuando alcanzó reconocimiento y éxito al formar una bandaba principalmente en improvisaciones polifónicas ejecutados a gran ritmo, en forma hot, en las que además de tocar el piano cantaba con voz aguardentosa y un fraseo peculiar, con recursos como el humming (canto con la boca cerrada). Este autoproclamado inventor del jazz basaba gran parte de sus composiciones en los recursos musicales tradicionales de Louisiana y en ciertos aires folklóricos, entre los cuales destacaban las habaneras caribeñas y que él decía que daban a sus músicas el toque español. Un toque o tinte, afirmaba, básico en el jazz. Una ligazón, la de la música de jazz y la música española, verdaderamente inesperada.

Tras una época oscura y medio olvidado realizó una serie de grabaciones de jazz (según este músico el término provenía del perfume de jazmín, favorito de las prostitutas de Nueva Orleans) para la Biblioteca del Congreso que cimentaron su éxito y su lugar en la historia del jazz, sino como su inventor sino como uno de sus pilares y gran precursor, antecedente de Louis Amstrong, que si no fue otro de los inventores del jazz sí fue uno de sus pilares básicos. Jelly Roll Morton moriría en 1941 convertido un leyenda de este genero musical.