Cuando el canadiense Marshall Mcluhan acuñó a finales de los sesenta y principios de los setenta del pasado siglo su concepto de aldea global posiblemente muchos no nos dimos cuenta exactamente de lo atinado del concepto y de su generalización en esta sociedad de la información electrónica. Esta semana varios acontecimientos de resonancia mundial la han traído como nunca a primer término.
Boda real. El enlace entre el príncipe Williams y Kate Middletton, con sus pompas y ceremonias tan propias de la realeza brithis, sus recorridos en carroza real y en un Aston Martin descapotable por Londres, vitoreados y seguidos por las cámaras de televisión que retransmitieron el acontecimiento a cientos de millones de personas en todo el mundo, ha puesto de manifiesto como lo rosa sigue teniendo aceptación para amplias capas de la población por muy ajenas que sean a la aristocracia. La necesidad de proyectarse en otras vidas, acontecimientos y circunstancias (sean reyes, príncipes, futbolistas, actores o cantantes famosos) no tiene fronteras. Aunque hoy en día la monarquía no deja de ser una cara e innecesaria figura para-gobernante su atrezzo conserva glamour para bastantes.
Un papa beato. La fulgurante beatificación, por rápida e infrecuente, del anterior papa Pablo VI ha sido otra muestra de globalización. La figura de ese sacerdote polaco -que pocos dudan llegará enseguida a ser proclamado santo- ha reunido en Roma y en las pantallas de los televisores a millones de fieles y de curiosos. Otra vez la pompa, en este caso vaticana, ha encantado a muchos espectadores, no necesariamente fieles católicos. No importa que muchos hayan criticado el olvido que Pablo VI ha hecho de algunas de las ideas de Juan XXIII, de que haya confundido y mezclado los reinos de Dios y del Cesar -sobre todo en Polonia-, que prestigiosos teólogos progresistas hayan demostrado su disconformidad co sus tesis o que haya sido amigo y protector del sacerdote mexicano Marcial Maciel, fundador de la poderosa asociación seglar Regnum Christi y de la ultraconservadora congregación Legión de Cristo y acusado de múltiples casos de pederastia.
Bin Laden. La liquidación de Osama Bin Laden, el promotor de actos terroristas tan execrables y mortíferos como el 11-S en Nueva York o el 11-M en Madrid, por parte de la CIA norteamericana (convertida en policía, investigadora, fiscal, juez, jurado, verdugo y enterrador, al mejor estilo de los vengadores de las películas del oeste) dio la vuelta al mundo casi instantáneamente. La noticia lo merecía sin duda alguna y otra vez cientos de millones, si no miles, toda la aldea global de este mundo, han conocido casi al momento todos los detalles -al menos, los que han querido revelar- del asalto, de su muerte y de su enterramiento en el mar (por cierto ¿en que mar? ya que Pakistán no tiene fronteras marítimas), así como las declaraciones del presidente Obama sobre que se había hecho justicia (un concepto un tanto particular de la justicia, sobre todo viniendo de un premio Nobel de la Paz) y de que el mundo era más seguro.
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