El movimiento del 15 M, el que reclama democracia real, ha decidido levantar los campamentos y asambleas que mantenía en gran número de ciudades españolas, aunque en algunas (Barcelona o Valencia, por ejemplo) ha sido desalojado por las fuerzas policiales. La permanencia de los campamentos perjudicaba la vida de las ciudades, a los comercios allí situados y al propio movimiento de protesta. Este fenómeno que ha dinamizado y alterado la vida política en países como Grecia, Portugal, España, Francia o Turquía no es solo un movimiento de marginados y antisistemas, como algunos han querido presentarlo. Es mucho más: es un grito de protesta y rebelión de jóvenes, pero también de otras edades, ante la situación actual de crisis económica que los partidos mayoritarios, tanto de gobierno como de oposición, no acaban de resolver o, en todo caso, lo hacen con medidas liberales y neoconservadoras que priman a la macroeconomía y castiga la microeconomía, la que padece la mayoría de la población.
Unas medidas dictadas por gobernantes elegidos, es verdad, democráticamente, pero en buena parte impuestas por organismos internacionales no democráticos (como entidades financieras y bancarias, en buena parte causantes de la crisis, rescatadas con dinero público y ahora reconvertidas en dictadoras de las nuevas medidas), algo que se ha dado en llamar el mercado, casi el dios mercado. Y eso, unido a la falta de perspectivas de encontrar empleos adecuados, la falta de soluciones inmediatas de los poderes políticos y la amenaza -el algunos casos ya realidad- de recortes sociales, es el embrión de las protestas. Por ejemplo, en México se está celebrando una reunión mundial de Cámaras de Comercio. Y en la inauguración de la misma habló el presidente mexicano, Felipe Calderón, y dijo que los países y los Gobiernos deberían tomar ejemplo y actuar como las empresas. Dicho de otra manera, lo único que importan son los beneficios en la economía, no los habitantes y sus situaciones y problemas. ¿Dónde quedan aquellas constituciones que hablaban de conseguir la felicidad del pueblo?
Lo que se está jugando en realidad es el Estado del Bienestar, una de las conquistas más importantes de las democracias en el pasado siglo XX. Se pone en cuestión asuntos tan vitales como la sanidad y la enseñanza pública, el derecho a una jubilación digna, los avances de los trabajadores y los sindicatos democráticos para obtener empleos adecuados y derechos… Algo que está alarmando a las poblaciones de muchos países que han visto esos avances sociales en franco peligro. Y no de ahora mismo, la situación viene dándose desde hace años con el avance de las ideas ultraliberales y neoconservadoras. Concretamente, desde que se hundió y quebró el mundo comunista, desde la desaparición de la URRS, cuyo modelo revolucionario había fracasado y no convencía ya a casi nadie, pero que había servido de contrapoder, de amenaza de una situación que la mayoría de los países democráticos no deseaban y que las fuerzas económicas temían y las ponían en situación de ceder y de pactar para evitar que cundiese el contagio. Por eso desde las fuerzas democristianas hasta las socialdemócratas encontraron una posición de equilibrio entre capitalismo moderado y avances sociales: el estado de bienestar.
Eso es lo que está en peligro hoy en día. Eso es lo que mueve a las protestas generalizadas. Eso y el abandono por los partidos democráticos de sus ideales y sus cesiones ante el dios mercado que de democrático no tiene nada..
No hay comentarios:
Publicar un comentario