martes, 7 de junio de 2011

TÚ ERES PURO TEATRO (Relato)





Tendría unos treinta años, los globos de los ojos abultados -como los de Peter Lorre, dato para los cinéfilos- y unas gafas de pasta negra; de altura, andaría por el uno setenta y cinco, aunque parecía algo menos porque caminaba permanentemente encorvado. Para decirlo en pocas palabras, parecía un poco panoli. Algo que, particularmente, no me importaba en absoluto..., sobre todo si disponía de  dinero suficiente para pagar la minuta. En el trabajo, al menos en un trabajo como el mío, no se puede andar con delicadezas, sobre todo acostumbrado a tener la cuenta corriente permanentemente al borde del colapso. Y es que el dinero es el dinero, venga de donde venga: de un tío guapo vestido por Armani o de uno con aires de despistado y con ropa facilitada diríase que por el enemigo. En resumen: mi cliente quería que averiguase todo lo que pudiese sobre una chica de la que al parecer se había enamorado perdidamente, de la que sabía muy poco y a la que había tratado solamente en un par de ocasiones. Posteriormente, había conectado con ella por teléfono pero siempre le daba largas.
— La última vez me dijo que tenía que salir con un periodista -me fue explicando-, supongo que por asuntos de negocios, para intentar que la promocione ya que ella es actriz y tiene un pequeño grupo teatral que ha formado con unas amigas. Pero no sé..., últimamente me rehúye y quiero saber lo que pasa. Estoy convencido de que con todos los datos en mi mano puedo atraerla ya que, además, le estoy escribiendo un monólogo para que ella lo represente.
Quién lo diría. Escritor teatral. Al menos esporádicamente, porque profesionalmente se dedicaba a vender productos de regalo para las empresas. Me dio datos de la actriz renuente a sus aproximaciones y me dispuse a comenzar el caso, previa aceptación de un anticipo, que la pela es la pela y es muy duro sobrevivir como detective privado en una ciudad deprimida de una autonomía que conoció tiempos mucho mejores.

Comencé mi trabajo cobrando en el banco el talón del anticipo. De vez en cuando merece la pena hacer las cosas por su debido orden, sobre todo en cuestiones financieras y cuando tu cuenta amenaza con números rojos que los del banco penalizan con auténtica usura. Después me dispuse a establecer contacto visual con la actriz que se llamaba Isadora. Me había dicho mi cliente dónde paraba habitualmente, en un bar llamado Oscar Wilde (los bares con pretensiones se han vuelto de un culto exagerado aunque luego no sepan servir correctamente ni un zumo de tomate, cosa que tampoco me preocupa pues no bebo esa clase de copas con gran disgusto por parte de mi hígado) y hasta allí me dispuse a ir a tomar el aperitivo. Era un local pequeño, cinco metros de barra y cuatro veladores, y el camarero tras la barra no se llamaba Ernesto aunque sí se daba importancia. A esa hora no estaba muy concurrido. En la mesa junto a la cristalera un par de tipos y una moza en technicolor: pelo naranja, pantys a rayas horizontales de diferentes colores, minifalda verdosa y top negro, con los consabidos piercings en el ombligo, labio inferior de una boca grande, y en la oreja. Hablaban de cine, algo sobre un corto que estaban rodando. En la otra mesa, un par de chicas, una de ellas rubia y menuda, de cara agraciada y aparato corrector de dientes, la otra con melena recogida y que estaba dando contundentes explicaciones y detalles sobre algo. Ninguna era mi objetivo, a juzgar por la descripción que  había dado mi cliente. Pedí un segundo rioja tinto y me dispuse a esperar, hojeando el periódico del día. Ya estaba a punto de leer las esquelas por aburrimiento, cuando llegó Isadora, afortunadamente para su salud sin bufanda, no le fuera a pasar lo mismo que a la Duncan, ya saben aquella otra Isadora que murió asfixiada a causa de su foulard.
Pedí mi tercer rioja y esquivé la conversación del camarero que intentaba contarme no se qué sobre fútbol. La joven se había sentado en la mesita de las otras dos mozas. Viéndola comprendí porque rehuía a mi cliente. Y no es porque fuera espectacularmente bella, sino porque mi cliente al lado de ella (y me temo que al lado de cualquier otra) era espectacularmente raro. Isadora era joven, unos veinticinco años, pelo pelirrojo oscuro, bajita aunque lo disimulaba con botas de tacón alto y un cuerpo bien proporcionado con un escote amplio y prometedor, cara bonita, angulosa y con pómulos (daría bien en la tele), ojos muy expresivos y todo un repertorio de gestos y muecas que le conferían un dinamismo extraordinario. Solicitó al camarero un blanco semi-seco con aceitunas, y las tres se concentraron en una conversación sobre focos, luces, vestuario y dramaturgia.
Decidí hablar de fútbol con el camarero que no se llamaba Ernesto e intentar sonsacarle datos sobre Isadora y sus amigas. Después de evaluar con él a Figo, las posibilidades del Madrid y del Barça y otras cuantas profundas tesis futboleras, pude averiguar algunas cosas. Por lo menos me enteré de donde ensayaban, en un local municipal de un concejo vecino.




Informé a mi cliente, que se apellidaba Pulido (desatinos del destino) de lo que había podido averiguar. Isadora no salía con nadie..., por lo menos con nadie en exclusiva. Tenía un montón de amigos y algunas noches las pasaba de local en local hasta que estos cerraban. Se la había visto de copas con el periodista mencionado, pero también con gente relacionada directamente con su profesión, y con un político local encargado del área de cultura del municipio donde ensayaban y en donde vivía, incluso había ido a Madrid con él y otros cargos municipales a resolver algún asunto. Isadora había estado viviendo dos años en la capital estudiando arte dramático y había tenido una pareja estable, aunque habían roto justo antes de regresar ella y formar su compañía. Esos datos no le hicieron especialmente feliz a Pulido, quien quiso que siguiese controlando lo que pasaba y le aportara algunos más, claro está previo pago de lo que había currado. Me contó que estaba muy enamorado, que todo había comenzado cuando la ayudó con unos programas informáticos y que en quince días se dio cuenta que la quería y se prometió a sí mismo hacerla su esposa. Vamos, que le había entrado fuerte, y todo en un par de semanas. En fin, cosas peores se habían visto y precisamente yo no era el más adecuado para juzgar en esos terrenos, mi último enamoramiento apenas había durado seis horas: por la noche hicimos planes para vivir conjuntamente y al amanecer del día siguiente  me había pedido que la llevara de vuelta a su casa. Todo un récord.
Seguí investigando pero la cosa no daba para mucho más. Pronto tendría que entregarle el informe final y buscarme un nuevo cliente que me permitiera llegar a fin de mes. Logré contactar con Isadora y su grupo teatral visitándolas en el local de ensayo y haciéndome pasar por funcionario de la Consejería de Cultura. Tomé unos cafés con ellas, hablamos sobre la obra que preparaban e incluso asistí a un preestreno de la misma en un Certamen de Teatro Joven. Pero no había nada más concreto que decirle a Pulido, salvo que Isadora en absoluto congeniaría nunca con él puesto que sus caracteres, intereses y aficiones no podían ser más diferentes. Aunque, eso sí, comprendí lo fácil que le había resultado a Pulido enamorarse de ella. No sólo era muy atractiva físicamente sino que en el trato próximo resultaba encantadora y agradable..., y tenía una buena cabeza, cosa que dudaba de Pulido.




Justo el día en que iba a cerrar definitivamente el informe y dar carpetazo a mi relación profesional  con Pulido, se precipitaron los acontecimientos. Ni el mejor texto de un drama teatral lo hubiera podido presentar tan adecuadamente. Una de las tres actrices del grupo había aparecido muerta sobre el escenario donde ensayaban. La habían encontrado, apuñalada y llena de sangre, Isadora y su amiga, la rubita del aparato en los dientes, cuando habían acudido por la tarde al ensayo diario habitual. De momento, no había ningún sospechoso ni indicios de porqué se había cometido el asesinato. Posiblemente un maníaco o algún delincuente sexual. No se había oído nada ya que el teatro quedaba algo apartado. Pero quizá lo más macabro era que la obra que preparaban trataba también de un horrible asesinato ya que recreaba el caso de unas criadas, las hermanas Papin, que asesinaron a puñaladas en Francia por los años treinta  a su ama, en una historia de celos, sexo, humillación y esquizofrenia. Algo que había tratado con acierto y éxito  el autor teatral Jean Genet.
Pero el destino siempre tiene ironías. Los guiones de la vida están escritos por algún loco y corregidos por algún malvado, o al revés. El caso es que el espeluznante suceso dio pie a que Pulido contactase con Isadora, le presentase sus condolencias y la ayudará en el trance. Nunca se supo quien había sido el asesino. Pero a los tres meses Pulido e Isadora se casaron. Tuvieron el detalle de invitarme a la boda. Decidí no asistir y ese día de invierno, con frío y lluvia, opté por refugiarme  ya temprano en el “Vértigo”, en donde perdí el poco dinero que tenía jugando a los dados con “La china” y con Tina, y gané una monumental resaca que me costó dos día superar.

Del libro "Tú serás mi último fracaso"



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